Un plan de 10 puntos para detener a Trump y ganar terreno en justicia y equidad

    Mienstras el entusiasmo fue grande en la Marcha de las Mujeres, una pregunta importante sigue siendo: ¿Cuál es el plan estratégico?

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    Yo estuve entre las 100,000 personas que participaron en la Marcha de las Mujeres en San Francisco el día después de la toma de posesión de Trump. Si bien el entusiasmo de la lucha parecía alto, una importante pregunta rondaba en el aire: ¿cuál es el plan estratégico, mientras nos adentramos en la Era de Trump? A pesar de no haber una respuesta simple, propongo este plan de 10 puntos, completamente abierto para la discusión y el debate.

    1. Reconocer que nosotros/as representamos a la mayoría, no Trump

    Tres veces más personas participaron en la Marcha de las Mujeres en Washington D.C. que las que se presentaron el día de la toma de protesta el día anterior. Trump perdió el voto popular en las urnas. Muchos de sus electores admitieron en encuestas de salida que no le consideraban calificado para ser presidente. Adicionalmente, Trump planea atacar políticas progresistas que, de acuerdo a las encuestas, son apoyadas por la sólida mayoría del pueblo estadounidense.

    Trump tiene fortalezas además de su talento para manipular a los medios tradicionales de comunicación. Segmentos clave de la élite económica han decidido que lo pueden utilizar para sus propias metas, así que le van a apoyar en tanto pueda acelerar la privatización del sistema escolar, por ejemplo, o la construcción de ductos para combustibles fósiles en el país. Su base de votantes (la minoría entre una minoría) puede apoyarle por un periodo, hasta que su incapacidad para cumplir promesas irreales se vuelva evidente.

    Incluso antes de la toma de posesión, distanció a partes significativas del estado de seguridad en las que él depende. Necesita una importante cantidad de burócratas profesionales para llevar a cabo su voluntad, quienes tienen muchas formas sutiles de bloquearle. Harry Truman admitió públicamente su frustración después de ser obstaculizado  en repetidas ocasiones por una burocracia poco cooperativa.

    El bullying de Trump es a la vez su fuerza y su debilidad. Su estilo aliena a muchos, incluidos muchos de sus votantes, y agita a la oposición.

    Detener a Trump no es pan comido, pero es posible cuando se le da su lugar como un astuto oponente. También es útil que nosotros/as decidamos ser estratégicos/as en lugar de dejarnos llevar por el miedo y el escándalo moral, saltando de táctica en táctica, dependiendo de lo que se sienta bien en el momento, pero tenga poco impacto. Ahora es el momento en el que podemos identificar sus pilares de apoyo y crear planes para debilitarlos.

    2. Fortalecer las instituciones cívicas y sus conexiones con poblaciones victimizadas

    Trump continuará recurriendo a la antigua técnica del chivo expiatorio para reforzar el apoyo de su base de clase trabajadora, y se sentirá con mayor presión para hacerlo en tanto sus propios programas para “volver a hacer grande a América” no cumplan lo prometido a esa base, aun cuando enriquezcan a la élite económica.

    Algunas ciudades santuario han dado un buen primer paso declarando su resistencia a los movimientos anti inmigrantes del gobierno federal. Las/os activistas pueden reforzar estas iniciativas apoyándose en un amplio rango de instituciones civiles y religiosas, instándoles a fortalecer sus conexiones con grupos usados como chivos expiatorios, como personas judías, migrantes y afroamericanas. Las organizaciones de la sociedad civil en general pueden no siempre pensar de esta forma por sí sola, por lo que puede ser necesario que activistas en o cerca de sus comunidades les alerten sobre su responsabilidad de solidarizarse.

    Porque somos la mayoría, podemos hacer uso de los cuatro roles del cambio social de Bill Moyer. Considere: ¿cómo pueden defensores, ayudantes, organizadores y rebeldes fortalecer el impacto de su solidaridad? Daniel Hunter, participante de Training for Change, hizo una lluvia de ideas con algunas tácticas posibles: los/as defensores persuaden a las ciudades y estados a dar licencias de conducir a personas indocumentadas. Los/as organizadores crean círculos de solidaridad en los cuales la ciudadanía pueda intervenir físicamente cuando los/as inmigrantes estén en peligro y rodear a los/as vulnerables. (El Nuevo Movimiento Santuario de Filadelfia llama a esto “santuario en las calles”.) Los/as ayudantes puede insistir en dar alimentos y servicios de salud a las personas en centros de deportación, y si se les niega la entrada, colaborar con los/as rebeldes para entrar sin permiso, bajo riesgo de arresto.

    3. Jugar a la ofensiva, no a la defensiva

    La última vez que los/as progresistas en Estados Unidos afrontaron este nivel de riesgo fue cuando Ronald Regan fue elegido presidente. Una de las primeras acciones de Regan fue despedir al personal de control de tráfico aéreo cuando se declararon en huelga, poniendo en duda la seguridad aérea nacional. Estratégicamente, eligió la táctica de “shock and awe” (conmoción y pavor) y funcionó: la mayor parte de los movimientos que buscaban  un cambio en los Estados Unidos adoptaron un modo defensivo.

    Gandhi y los estrategas militares concuerdan: nadie gana nada al estar a la defensiva. Yo defino “defensiva” como la forma de mantener los logros anteriores.  Los movimientos sociales en Estados Unidos en los años ’80 habían conseguido muchas ganancias en las dos décadas previas. De manera comprensible, intentaron defenderlas. Como Gandhi y la milicia podrían predecir, en lugar de ello, los movimientos perdieron terreno en la “Revolución Regan” y, en su mayor parte, han perdido terreno desde entonces.

    Una excepción resalta: el movimiento LGBT. En lugar de defender, por ejemplo, los logros locales en las Comisiones de Relaciones Humanas de sus ciudades, las personas LBGT escalaron sus demandas en los ’80 con ACT-UP al frente. Continuaron por ese camino con la campaña por un matrimonio igualitario y de nuevo escalaron con la demanda de igualdad en el ejército.

    Las personas LGBT probaron que Gandhi y la milicia tenían razón: la mejor defensa es el ataque.

    Escucho a muchos/as progresistas estadounidenses hablando inconscientemente acerca de Trump de forma defensiva, preparándose para cometer exactamente los mismos errores que una generación anterior cometió con Regan. La lección del movimiento LGBT es obvia: elevar las campañas de acción directa noviolenta y comenzar nuevas. En lugar de defender Obamacare, presionemos para una solución de servicios de salud aún más integral, como atención médica universal.

    Una campaña de acción directa se define por un problema acuciante, una demanda clara, y un objetivo que pueda satisfacer tal demanda. Los movimientos sociales poderosos, incluso aquellos que han derrocado a dictaduras militares, a menudo se han construido exactamente de esta manera. 

Estos días, el diseño de las campañas necesita tomar en cuenta el impacto reciente de las redes sociales. Ya que muchas personas han permitido que las redes sociales les conduzcan a una burbuja de aislamiento, los/as activistas necesitan diseñar campañas que deliberadamente aumenten su base a través de construir relaciones más allá de nuestros propios círculos, atrayendo a más personas. Puede ser necesario recibir más entrenamiento para maximizar el impacto.

    4. Vincular campañas para construir movimientos

    Standing Rock es un ejemplo actual del efecto sinérgico y expansivo de la vinculación de campañas. Luchas contra la construcción de oleoductos, por los derechos indígenas e incluso el rol de los Veteranos por la Paz en el cuestionamiento del imperio estadounidense, se amplificaron a través de la vinculación de la campaña en curso en Dakota del Norte.

    El ejemplo estadounidense clásico de vinculación de campañas creció a partir de la simple acción de cuatro estudiantes universitarios en Carolina del Norte el 1 de febrero de 1960, quienes iniciaron una campaña para eliminar la segregación racial en una cafetería local. Los estudiantes en otras poblaciones siguieron su ejemplo, y la ola de sentadas se convirtió en un movimiento, que ayudó al crecimiento de organizaciones ya existentes, como el Congreso para la Equidad Racial (CORE), que en ese entonces empezaba un nuevo tipo de campaña, los Viajeros por la Libertad (Freedom Riders). Múltiples viajes por la libertad se vincularon y fortalecieron aún más el movimiento por los derechos civiles.

    Estas campañas no contaban con la mayoría de la población estadounidense de su lado ni ganaron todas sus demandas, sin embargo su valor acumulado empujó cambios sustantivos que con el tiempo cambiaron la opinión pública. El movimiento de derechos civiles ilustra la diferencia crucial en el modo de operación entre campañas de acción directa y campañas de partidos políticos.

    Los/as demócratas, por ejemplo, se concentran en gran medida en encuestas y grupos focales. Su poder yace en la opinión pública actual y su manipulación a través del electoralismo y las maniobras políticas. Hasta para los/as demócratas tendientes al progresismo su margen de acción está fuertemente limitado por el estrecho rango de la opinión pública actual (sin mencionar lo que la élite económica esté dispuesta a permitir).

    Los movimientos sociales, en cambio, pueden adoptar posturas que van más allá de la opinión pública actual y emprender campañas con un impacto transformador, tal como el derecho de las mujeres al voto, los derechos de la comunidad gay, o detener la construcción de oleoductos. Esta diferencia ayuda a explicar por qué los/as demócratas progresistas suelen luchar de manera defensiva, mientras que los movimientos tienen la libertad de mantenerse en la ofensiva y ganar. Bernie Sanders, por ejemplo, está luchando defensivamente para salvar Medicare. En contraste, un movimiento social  es libre de iniciar una lucha por un sistema de salud completamente pagado por el Estado. Tales luchas podrían amenazar con dividir a parte de la base de clase trabajadora que apoya a Trump y, aun cuando no consiguiera su objetivo completo, salvar más de Medicare.

    5. Enlazar movimientos para crear un movimiento de movimientos

    En tiempos turbulentos, un movimiento exitoso en torno a una problemática inspira a que las campañas en torno a otras problemáticas se unan y se conviertan en nuevos movimientos. Esto es lo que ocurrió la última vez que Estados Unidos dio pasos importantes hacia la justicia. El movimiento de derechos civiles engendró el Movimiento por la Libertad de Expresión  de Berkeley, el movimiento nacional estudiantil para la reforma universitaria, la campaña de objeción de conciencia al servicio militar y el movimiento contra la Guerra de Vietnam, etc., revitalizando a adultos/as mayores, personas con discapacidades, usuarios/as de servicios de salud mental, mujeres, chicanos/as, puertorriqueños/as, trabajadores del sector automotor y muchos/as más.

    Con tantos movimientos desarrollándose, A. Philip Randolph y Bayard Rustin catalizaron la Marcha en Washington por el trabajo y la libertad de 1963 con la esperanza de enlazar movimientos en un movimiento de movimientos. Vislumbraron la oportunidad de congregar tanto poder independiente de los principales partidos políticos de manera que los Estados Unidos pudieran desarrollar un contrapeso a las élites económicas y lograr el socialismo democrático. Crear un movimiento de movimientos independiente fue un camino exitoso seguido por los/as escandinavos/as, y Randolph y Rustin querían eso para los Estados Unidos.

    Desarrollar los vínculos sustanciales, sin embargo, no era posible en aquel momento. Por un lado, la economía estadounidense estaba en auge y no había suficiente descontento entre la clase trabajadora blanca, sin siquiera mencionar a la creciente clase media, para crear un espacio de oportunidad. Más aun, el racismo era todavía demasiado intenso, a pesar de que el sindicato de Trabajadores Automotrices Unidos (UAW) había logrado unir a los trabajadores blancos y negros para luchar contra los empleadores de la industria. En los últimos cincuenta años, mucho ha cambiado en ambos sentidos.

    El punto es que múltiples campañas en torno al mismo asunto, o a asuntos similares, genera un movimiento, y que múltiples movimientos abren la oportunidad para un movimiento de movimientos. Entre más cerca estemos de ese punto, más presión tendrán los demócratas para cooptarnos. Por lo general, el rol histórico de los republicanos ha sido la represión, mientras que el trabajo de los demócratas es limitar y controlar los movimientos de base, atrayéndolos al partido.

    Vimos que esto le ocurrió a la última etapa del movimiento por los derechos civiles y de nuevo con el movimiento por la reforma al sistema de salud de 2007-2009 adoptada por los/as demócratas, cuando la opción de pago por parte del Estado, e incluso la opción pública, fue descartada para aprobar el Affordable Care Act, una alternativa favorable para el complejo industrial médico.

    Cuando un movimiento social es independiente, puede forzar a las/os demócratas a convertirse en aliados/as en lugar de controladores/as. El movimiento de derechos civiles hizo exactamente eso antes de 1965; podemos apreciar cómo puede verse en la excelente película Selma. En un nivel más micro, Daniel Hunter, en su libro Strategy and Soul, revela cómo un movimiento vecinal obligó a los políticos a acercarse a los/as activistas, en lugar de que los/as activistas buscaran ayuda de los políticos.

    Sea cual sea nuestra preferencia partidaria, una rápida mirada a las tendencias políticas en los Estados Unidos nos muestra por qué la independencia de los movimientos es más crucial ahora que en ningún momento de los últimos cincuenta años.

    La alienación pública de los principales partidos, el Republicano o el Demócrata, está por las nubes. Los/as votantes se mantienen alejados/as de las urnas, como si temieran contagiarse de alguna enfermedad. El Tea Party  gana mayor credibilidad cuando arremete contra el Partido Republicano. Donald Trump asgura a su base de votantes atacando verbalmente al Congreso (a las facciones de ambos partidos) en su discurso de toma de posesión. Mucha de su base de votantes había dejado desde hace mucho tiempo al Partido Demócrata por su traición a los intereses de la clase trabajadora. Los/as votantes de la clase trabajadora negra también señalaron su alienación al no apoyar a Hillary Clinton, a pesar de las súplicas de Barack y Michelle Obama.

    Un periodo de alienación como este es el momento justo para que campañas de acción directa que luchen por demandas progresivas (como un salario mínimo de 15 dólares la hora y atención medica universal) marquen su distancia de los/as políticos/as que tienen tanta responsabilidad por el declive de los Estados Unidos. Tal independencia es atractiva para  la amplia mayoría, incluyendo a muchos/as de los/as votantes de Trump. Un movimiento de movimientos que se respeta a sí mismo sabe que los grupos demócratas vendrán a él y le ofrecerán alianzas.

    6. Evitar manifestaciones aisladas

    Esta coyuntura suma fuerza a la considerable ventaja de campañas de acción directa por encima de manifestaciones individuales, sin importar sus dimensiones. Las protestas son reactivas por su propia naturaleza. En los próximos años, de forma predecible, Trump actuará y los/as progresistas reaccionarán; entonces Trump actuará nuevamente y su oposición volverá a reaccionar. Tump, un combatiente consumado, sabe que mantenerse a la ofensiva es lo que le permite ganar. Los grupos progresistas, usualmente dirigidos por personas con un historial de derrotas, picarán el anzuelo y reaccionarán, una y otra vez.

    Las protestas aisladas, sin importar el asunto, básicamente le indican a Trump su triunfo: nos ha manipulado hacia un modo reactivo.

    Me doy cuenta que la reactividad es un hábito entre muchos/as activistas, que puede tomar una autodisciplina heroica combatir. Una alternativa es organizar una campaña, o sumarse a una campaña cerca de usted, aunque el asunto no sea su favorito, e imprimirle todo su talento y energía.

    7. Elevar el contraste en confrontaciones entre el comportamiento de los/as activistas y nuestros oponentes de derecha

    Muchas personas han notado las señales de Trump a sus supremacistas blancos y otros/as aliados de que la violencia es un recurso aceptable en nuestra contra.

    Esta es una vieja historia en los Estados Unidos y no hay razón para dejar que nos desconcierte.  A través de claras políticas noviolentas, como la Marcha de las Mujeres que exhortaron firmemente en contra de llevar cualquier elemento que pudiera considerarse como un arma, nos mantenemos centrados/as y capaces de sumar a grandes cantidades de personas. Algunos movimientos han cometido graves errores al responder a ataques violentos de la misma manera, perdiendo terreno en sus metas como resultado. Otros han actuado de forma brillante, como las campañas por los derechos civiles que hicieron frente a la más grande y duradera organización terrorista de la historia estadounidense, el KKK, a menudo sin la protección de fuerzas de seguridad locales e incluso de autoridades federales.

    La Global Nonviolent Action Database presenta campañas en casi 200 países, incluyendo muchas naciones donde la violencia represiva fue mucho peor que la que ha existido en los Estados Unidos. Esta base de datos hace posible buscar campañas que han enfrentado violencia represiva y aprender cómo la han manejado. De este modo, es fácil descubrir lo que ha funcionado, lo que no, y reforzar las lecciones a partir del entrenamiento.

    8. Enfocarse en reunirse en torno a una visión de justicia, igualdad y libertad

    Tanto individuos como campañas y movimientos ganan gran poder y credibilidad al proyectar una visión de lo que quieren, así como de lo que no quieren. Crecen con mayor facilidad, soportan los ataques más fácilmente, y les es más sencillo mantener su audacia y creatividad. Los “movimientos de protesta” como los Ocupa (Occupy) son notoriamente frágiles y precarios: los movimientos sostenidos, como la lucha por los derechos y la igualdad LBGT tienen una visión liberadora. Los/as homófobos/as tenían razón: ¡sí teníamos una “agenda homosexual”!

    La buena noticia es que el 1 de agosto de 2016 el Movimiento Black Lives ofreció una visión que puede servir como un borrador de diálogo para muchas campañas y movimientos. Muchos grupos ya se han suscrito. La visión es audaz, sustantiva y tan diferente de otras visiones actuales que está incluso alineada con las mejores prácticas de los países nórdicos. En este sentido, es altamente práctica y respaldada por un historial de medio siglo. Comparada con el siempre cambiante y volátil discurso de Donald Trump, un acuerdo a grandes rasgos de visión en un movimiento de movimientos podría potenciar nuestra credibilidad y dividir a su base.

    9. Hacer la visión más real extendiendo nuevas instituciones económicas y cooperativas

    Éstas a menudo pasan desapercibidas en nuestro discurso altamente politizado, así que deben ocurrir dos cosas. Las personas que están activas en el desarrollo de campañas y movimientos deben honrar el desarrollo de infraestructura económica que refleje los valores de nuestra visión conjunta.

    En segundo lugar, las nuevas instituciones económicas necesitan mostrarse a sí mismas como parte del movimiento por la justicia, dejando a un lado las ventajas de la modestia. Pueden encontrar nuevas ventajas y sorprendentes oportunidades de crecimiento. Después de todo, la mayoría de los/as estadounidenses encuestados/as ya han dicho que les agrada el concepto de compañías pertenecientes a los/as trabajadores/as.

    10. Ver la polarización de Estados Unidos como una oportunidad

    Donald Trump enmarca la polarización estadounidense en maneras que le benefician, intentando aumentar la lealtad de su base. Muchos progresistas condenan la polarización, como si su molestia ante sus desagradables manifestaciones pudiera lograr que desapareciera. La realidad es que la polarización está fundamentalmente vinculada a la desigualdad económica que había estado creciendo por años antes de que Trump apareciera en el mapa. No se irá a ningún lado. La pregunta es cómo manejar nuestros miedos y aprender a navegar aguas turbulentas.

    La buena noticia es que la mayor polarización de la historia escandinava, los nazis contra los comunistas en los años ‘20 y ‘30, fue también el momento en el cual amplios movimientos populares dieron avances significativos,  rechazaron la dominación de sus élites económicas e inventaron un nuevo modelo de justicia económica. La polarización no les detuvo; por el contrario, los movimientos usaron esa oportunidad.

    Es cierto, la polarización es peligrosa. Alemania e Italia se polarizaron al mismo tiempo en que Suecia y Noruega lo hicieron, pero se volvieron fascistas. Sus movimientos cometieron graves errores, que fueron evitados en Suecia y Noruega. Nuestro más reciente periodo de gran polarización en los Estados Unidos también fue peligroso, pero los 60 y los 70 fue nuestro periodo de mayor progreso desde los polarizados años ‘30.

    En pocas palabras, hay buenos motivos para ver la Era de Trump como una oportunidad no sólo para detenerlo, sino para tener avances sustantivos en justicia y equidad. Ayudará aprender a convertir nuestro miedo en poder. También necesitaremos estrategia, y la humildad de aprender de otros movimientos que han salido adelante en tiempos difíciles. No es cosa del otro mundo. Si estamos dispuestos a transformar hábitos y prioridades personales, apoyarnos unos/as a otros/as a través de las dificultades, y unirnos en torno a un plan, podemos ganar. Esa es nuestra oportunidad.

    Traducción de Lorna Zamora, Colectiva de Paz y Noviolencia de Filos-UNAM, Serpaj.



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